Integra un linaje de músicos: es la nieta de Adolfo Abalos, la hija de Marcelo Sanjurjo y de Nancy Abalos. Cuenta cómo armó su vida artística y repasa momentos familiares. Y habla de su primer disco, "Anidar", realizado junto a Darío Barozzi.
Por Paola Galano
“Pudimos hacer un puente generacional”. Varias veces trae la figura del “puente”. Es que Rocío Sanjurjo Abalos sabe que está anclada en la música y que su primer disco, que llega a sus 34 años de la mano del guitarrista Darío Barozzi, une varias “energías”. Por eso el dúo lo tituló “Anidar”.
Nacida en Mar del Plata, radicada en Buenos Aires, su papá es el músico, compositor y arreglador Marcelo Sanjurjo. Su mamá es Nancy Abalos, también cantora y bombista. Y su abuelo, Adolfo Abalos, el gran compositor y pianista del folklore argentino, integrante de los famosos Hermanos Abalos. Sus dos abuelas también abrazaron el canto y la danza, los mismo que su tía y primos.
“Mi abuela le decía ‘Adolfo, cortá’, porque si fuera por él se quedaba todo el día enseñando y tocando”
“De más chica sentía que tenía que hacer música de una manera, por la familia, pero después de que fui madre me sentí bendecida por tener este legado -cuenta a LA CAPITAL-. Primero porque me convocada el hecho de hacerlo y lo disfrutaba y después por la confianza de poder aportar algo propio, me siento a gusto de cantar temas de mi abuelo y míos y en eso armar el puente”.
Justamente, en “Anidar” se da el gusto de cantar canciones de su abuelo, de su mamá, una propia, de Spinetta, más otros temas de sus tíos abuelos Machingo y Vitillo Abalos. A Vitillo, Rocío y Darío lo acompañaron en los últimos shows, antes de su muerte ocurrida en diciembre de 2019.
“En sus últimas presentaciones en el CCK, en la Usina del Arte y en los festivales Vitillo me decía ‘Rocío tenés que cantar’. Tenía una generosidad enorme. Fuimos a tocar con él, hace un año y medio. Y ahí le dije que quería que grabemos para que quedara registrado. Así que quedó en el disco, fue su última grabación y fue muy emotivo, porque pudimos hacer ese puente generacional, como en un ida y vuelta en la vida y en la música”.
“Simbólicamente es tener un instrumento entre las piernas como mujer, es plantarme desde una matriz física hacia los otros”
Ese ida y vuelta se completa, además, con la participación de Nina, la pequeña hija del dúo que, como en un juego, tocó instrumentos de percusión en uno de los temas instrumentales.
“Teníamos que ir al estudio, y no pudimos dejar a Nina con la niñera ni con la abuela y nos acompañó, entonces mientras escuchamos unos de los temas que se llama ‘Tuna’, una composición de Darío, ella agarró una kalimba que había del otro lado de la pecera y la tocó. Quedó hermoso. Es la introducción de ese tema“, relata Rocío, que estudió bandoneón, bombo legüero y canto.
Con un sonido de folklore clásico, “Anidar” resume otras tradiciones. “Darío aporta algo más contemporáneo, desde la improvisación y desde su saber guitarrístico, por eso confluyen esas dos energías de la música popular con estos bagajes que cada uno tiene, que son diferentes“, dice.
El disco se lanzará formalmente el próximo 18 de septiembre en todas las plataformas musicales. Tiene producción de Néstor Díaz, masterización de Carlos Yrigoyen y el arte de tapa es de Belén Sánchez Ward.
La tapa del disco “Anidar”.
“Nos interesa que salga el disco entero, son doce canciones y treinta y cinco minutos de música, dura lo que dura el capítulo de una serie“, compara e invita a las personas interesadas a sentarse a escucharlo.
– ¿En algún momento te planteaste rebelarte y no hacer música?
– Totalmente, esquivé bastante. Por eso ahora con 34 años saco mi primer disco, porque (la música) era una forma de vida, una forma de estar y lo podía hacer, pero no quería dedicarme a la música. Entonces hice teatro, como si fuera algo de otro planeta. Y la verdad es que era bastante cercano. Había un escenario, era contar historias, interpretar y me dediqué a la actuación. Pero justamente en las obras que hice había música, porque sabía tocar el bombo, no es algo que aprendí de ahora. La música le fue ganando (al teatro) y yo me fui permitiendo darme ese gusto de disfrutarlo y de sentir que podía aportar algo desde un conocimiento que me salía intuitivamente.
– ¿Te sentís parte de un linaje musical?
– Creo que cada familia tendrá algo de eso… pienso en los italianos con sus reuniones y su pasta. Como mis padres estaban separados yo siempre viví con mi mamá e iba mucho a lo de mi abuela, Nancy Gordillo que era bailarina y en esa casa todos son músicos: Marina Abalos es pianista, mis primos Julián y Mariano también. Porque es una forma de vida, no algo para el escenario, la vida está alrededor de la música, de la danza. Era levantarme y ver el bombo que estaba a mano y por ahí pasaba mi abuelo y me decía que tenía que poner el palito así para que sonara mejor. Mi abuelo siempre tuvo una cuestión de docencia, para con todos, con su familia y con cualquiera que viniera a la casa y que demostrara un mínimo interés. El te llenaba de conocimiento e información del piano, del rasgueo… Mi abuela me enseñaba a bailar, mientras estábamos ahí, como una madre puede enseñar una receta de algo que está cocinando.
– Vitillo y Adolfo fueron muy longevos, además…
– Mi abuelo sacó su primer disco solista a los 80 años, una locura. Yo los admiro muchísimo, realmente los Hermanos Abalos me parecen seres de otro planeta, por su generosidad. Todo el mundo sabía donde vivía Adolfo, tocaban el timbre, subían y aprendían a tocar. Mi abuela le decía “Adolfo, cortá”, porque si fuera por él se quedaba todo el día enseñando y tocando. Me gusta hablar de mi abuelo, porque a veces se pierden las cosas nuevas y revolucionarias que aportó en la música, como la acentuación y la forma de tocar respecto al ritmo. Sabía mucho de música y de solfeo, no era solo un músico de folklore, tocaba jazz, tango. Lo revolucionario que planteó es que la música es universal, el tema es saber de donde vienen las cosas.
– ¿Hay obra inédita de Adolfo?
– Hay mucha obra de Adolfo, tangos, bossa nova, mi familia recopila todo eso, Marina lo está haciendo, pero todo lleva su tiempo, la idea es ir sacando cosas de Aldoflo.
– ¿Y qué te aportaron artísticamente tu papá y tu mamá?
– Mi papá me abrió una perspectiva más amplia, me regaló a los diez años un disco de Pink Floyd por ejemplo, él siempre hacía eso. Peter Gabriel, Sting, la Orquesta del Mundo, Inti-Illimani, me mostró un mapa musical más amplio, porque también trabajó con cuartetos vocales como Bocacalle, hizo todo un repertorio desde lo vocal. Y de mi madre, ella es un ejemplo de cómo se brinda a la música, con libertad y verdad. Fue alguien que me fue ayudando a que pueda mostrar mi voz en un escenario, aprendí de su mano.
– Tanto el bombo como el bandoneón son instrumentos tradicionalmente tocados por varones, ¿quebrás esa tradición?
– Sí, como en muchas cosas las mujeres no tenían posibilidad de acceder. Sin embargo en mi familia en Santiago del Estero, las tías de mi abuelo eran pianistas. Mi mamá también es cantora y percusionista. Yo creo que ahí siempre nos dimos libertad y esa bendición de que cada uno en nuestra familia pudiera desarrollarse con lo que quisiese. Muchas veces el bombo legüero lo podés tocar colgado pero en general lo sostenés entre las piernas. También eso, para mi simbólicamente es tener un instrumento entre las piernas como mujer, es plantarme desde una matriz física hacia los otros.
Podés escuchar una de las canciones de “Anidar” acá: